Ejércitos privados: el negocio de la guerra


La Inquisición – 17/09/2011

En un mundo que tiende al anarcocapitalismo, los estados soberanos pierden cada vez más autonomía, competencias y poder a favor de que éstos recaigan en los grandes capitales, que los adquieren a precios muy por debajo de su valor real. Las guerras ya no atienden a intereses nacionales ni populares, sino a intereses de mercado. La guerra, hoy en día, es un negocio perpetrado por las grandes multinacionales para sacar provecho del sufrimiento humano y de la miseria planificada. Desde empresas que reconstruyen lo destruido hasta otras que ofrecen nuevos productos a una población masacrada, todas disfrutan de un público bien necesitado al que explotar y/o vender artículos. Así, la guerra se ha convertido en un factor más necesario para la persistencia del capitalismo. Constituye una parte intrínseca de él y mientras éste no se destruya, las guerras seguirán surgiendo como si de un acontecimiento natural más de tratase.

Concretamente, nos vamos a centrar en un tipo de empresa de las muchas que se aprovechan de la desgracia humana para sacar provecho: las empresas de contratistas privados, o mercenarios. Se trata de empresas como cualquier otra, con sus oficinas y su sede fiscal, llegando incluso a cotizar en bolsa.

La participación de ejércitos privados en las guerras contemporáneas ha crecido exponencialmente. La implicación de compañías de mercenarios en la guerra de Irak evidencia esta denuncia. Son varias compañías de este tipo las que operan en suelo irakí -36- empleando a miles de mercenarios -25.000 en el año 2005-, la mayoría veteranos de guerra con una magnífica formación militar.

Logo de Blackwater

Estas empresas privadas sustituyen así a los ejércitos regulares de cada nación, lo que supone una serie de ventajas considerables de cara a la labor desinformativa que ejercen los massmedia sobre las guerras neocolonialistas. Una de esas ventajas es que su banda de acción es ilimitada al no estar regidos por las leyes internacionales que controlan a los ejércitos regulares, de tal manera que estos mercenarios pueden cometer cualquier tipo de exceso saliendo impunes. Otra de las ventajas es que el número de mercenarios que mueren en la guerra nunca se verá reflejado en las listas oficiales de fallecidos del gobierno ocupante, pues pertenecen a empresas privadas y no al ejército regular, así que su muerte puede ser tratada como un accidente laboral más, sin llegar a considerarse que han sido muertes en el marco de un conflicto bélico. De esta manera el gobierno que procedió a la invasión no sufrirá el desgaste de popularidad que se merece al desinformar sobre el número real de muertes. Además, un contratista privado cobra aproximadamente tres veces más que un soldado regular, lo que genera una tendencia por parte de los soldados a alistarse antes en este tipo de empresas que en el ejército nacional.

Con todo esto, muchas veces las autoridades locales de los países ocupados consideran a los mercenarios en un mismo estatus que los soldados regulares.

Hablando ahora de nombres propios, las empresas que se dedican a estas actividades, por poner algunos ejemplos, son: Executive Outcomes, Sandline Kroll Aegis, Triple Canopy, Control Risks, Armor Group y Blackwater. La mayoría son estadounidenses y británicas, siendo Londres la mayor sede de empresas militares privadas.

Ésta última, Blackwater, estadounidense, ha protagonizado varios acontecimientos reprobables, como una masacre que tuvo lugar en pleno centro de Falujah. El gobierno irakí incluso llegó a retirar la licencia a Blackwater para actuar en su territorio. Sin embargo, Blackwater USA cambió su nombre por el de «Xe» con el fin de limpiar su imagen tras estos hechos.

Estas empresas generan alrededor de 150.000 millones de dólares anualmente, lo que pone de manifiesto la rentabilidad de la guerra para este tipo de industria de la muerte y la destrucción. La mayoría de esos ingresos proceden de los gobiernos estadounidense y británico, además de los servicios secretos de estos dos países (CIA y MI6, respectivamente). Por su parte, empresas de extracción de petróleo y diamantes también solicitan sus servicios, aunque constituyen una menor fuente de ingresos comparado con lo que facturan por su presencia en Irak y Afganistán. Cabe decir que un 20 % del presupuesto para la reconstrucción de Afganistán está destinado a las empresas de seguridad privada.

La guerra es negocio y el capitalismo necesita de ella para persistir.

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