La Inquisición – 15/08/2010
No soy artista ni filósofo, pero me voy a atrever a hablar del arte a pesar de mi completa ignorancia sobre el tema. En primer lugar, lo entiendo como todo acto de creación humana llevada a cabo mediante el uso de las aptitudes más propias e inmanentes del hombre. Partiendo de ahí, sólo cabría considerar como «arte» todo aquello que ha sido creado por alguien en su actividad particularmente humana.
Durante la historia han aparecido una serie de personajes que, debido a su genialidad y espíritu, han conseguido que sus obras perdurasen durante siglos y milenios hasta nuestros días: el verdadero arte ha de trascender de lo temporal, tener la misma vigencia hoy que dentro de mil años, expresar ideas o emociones tan profundas que no dependan en absoluto de las circunstancias externas al ser humano, sino que se ciñan a él.
Ahora cabría pensar si de verdad el «arte» que hoy se crea debería ser considerado como tal.
En la sociedad de consumo, todo cuanto se produce va encaminado a ser consumido por el público, y el arte no es excepción.
Si la sociedad exige que se genere un tipo de música concreta, la creación artística se orientará a ello, y de ello surge un producto acorde a la aspiración popular. Sin embargo, este hecho ha conducido al arte a la desaparición. El vulgo es incapaz de ponderar el verdadero valor artístico de algo, simplemente lo juzgan por cómo les entra en primera instancia por sus sentidos, sin analizar las implicaciones humanas que ha podido haber en su creación. De esta manera surge un arte de consumo que carece de todo mérito, que solo satisface a una ignorante y empujante mayoría, sustituyendo al verdadero arte, que es aquél que es por sí mismo.
Nunca una canción «pop» será escuchada dentro de siglos ni un cuadro moderno preservado en los grandes museos. El arte que se produce es un mero objeto de consumo más, y no tiene más valor -desde una perspectiva humana- que un filete o un rollo de papel higiénico. Su única utilidad es el comercio, así que una canción de moda puede ser descargada como tono para el móvil, generando riqueza, durante un par de semanas, pero luego cae completamente en el olvido como no puede ser de otra manera, para ser sustituida por otra que cumpla la misma función.
El verdadero arte no produce beneficios económicos, y el genio nunca podrá vivir a costa de su aptitud. La sociedad de consumo ha matado al arte, lo ha marginado hasta convertirlo en algo vestigial y anexo a nuestra realidad, falto de sentido en un mundo carente de valores, ideales y referentes, como en el que vivimos.