La verdad sobre Libia

Ignoro si los datos que ofrece este vídeo son 100% verídicos, pero sin duda abren los ojos para quien solo se nutra de información vertida por nuestros medios de masas. Hay algo más que decir sobre Gadafi que «era un dictador y un opresor», único argumento esgrimido por nuestras televisiones, cómplices de la banca internacional. Como todos los líderes demonizados en Occidente (Chávez, Castro, etc., y por no mencionar a Franco o Mussolini) llevó a cabo una política social profunda que muy lejos queda de las que nos ofrecen las socialdemocracias judaicas que tenemos en nuestros países.

Esto no significa que su política fuese la ideal. Se trataba de un personaje que incitaba a la violencia y al antieuropeísmo, hipócrita hasta la médula: llamó a la guerra santa contra el país que almacenaba su fortuna. Pero más infinita es la hipocresía demócrato-occidental que afirma haber expulsado a Gadafi para bien de Libia.

La OTAN ya tiene plan para Libia

La Inquisición – 16/09/2011

Los medios muestran victoriosos a los llamados rebeldes, dando la causa de Gadafi ya por perdida. Sin embargo apenas relacionan la actividad de éstos con la OTAN ni las pretensiones de las petroleras. Hasta el momento se ha presentado el levantamiento libio como espontáneo, aunque nunca se ha escondido el apoyo que han brindado principalmente Francia y el Reino Unido a los sublevados. Sin embargo, tonto será el que no esté convencido de que este circo ha sido orquestado desde fuera. Gadafi siempre había supuesto una molestia al intervencionismo económico exterior, pero sin embargo hacía sus concesiones. Ahora, en un contexto de revoluciones en los países árabes, las corporaciones interesadas en los recursos naturales de Libia han hecho a la OTAN y a la CIA entrar en acción para derrocar al dictador. Y lo han conseguido. Cameron y Sarkozy ya han viajado al país para envolverse en el griterío del populacho libio y coronarse como salvadores de la nación.

Para mantener el nuevo orden en la nueva Libia democrática, la OTAN afirma tener un plan que se ha ideado en Washington, Londres y París. Y éste no consiste precisamente en ceder el control militar de su propio país a las fuerzas armadas libias, sino más bien en apoderarse del espacio aéreo y las aguas territoriales con el pretexto de coordinar la gestión de la ayuda humanitaria que ha de prestarse a la devastada nación. Con esto además la OTAN obtendrá el libre acceso a enclaves portuarios y aeropuertos que pronto se convertirán en bases meramente militares. A pesar de que se ha afirmado no llevar tropas, sí se contempla la idea de entrenar a las nuevas fuerzas de Libia, lo que derivará en una estricta dependencia de éstas ante la OTAN. Para el caso, patatas. El responsable de esta tarea será, según Global Research, Abdel Hakim Belhadj, uno de tantos talibanes preparados por la CIA durante la Guerra Fría para frenar los pies al bolchevismo.

La cuestión es que ya está el terreno allanado para expoliar los recursos libios sin que el pueblo vea el más mínimo beneficio futuro. Las petroleras han ganado el control total de las reservas de crudo en ese país, la OTAN su excelente posición estratégica, e Israel se ha cargado un opositor más a su genocidio particular. Todos ganan, menos Libia. No creo que vayan a tardar mucho, los que ahora están empapándose de fervor y júbilo democrático, en echar de menos al singular Gadafi.

Gadafi declara la guerra santa a Suiza

La Inquisición | 26 de febrero de 2010

Las relaciones entre Suiza y Libia han adquirido un carácter cada vez más turbio en los últimos años. El coronel Gadafi mantiene una disputa diplomática con Suiza desde que las autoridades helvéticas detuvieran en un hotel en Ginebra, en julio de 2008, a Hannibal Gaddafi, uno de los hijos del líder libio, acusado de golpear a sus empleados domésticos. Aunque Gaddafi jr. fue liberado poco después y se le retiraron los cargos, Libia cortó sus suministros de petróleo a Suiza y retiró miles de millones de dólares de cuentas de bancos suizos. Posteriormente arrestó a dos empresarios suizos que trabajaban en Libia.

Sin embargo, la situación ha llegado a su cenit con la reciente llamada del dictador libio a todos los islámicos a la guerra santa contra Suiza como respuesta a la negativa democrática que tuvo lugar en la República Helvética a la hora de construir minaretes en su territorio. Asimismo, ha instado a todos los países musulmanes a romper relaciones con Suiza.

Parece ser que al general Gadafi no le sienta bien ver cómo el Islam es rechazado en Europa, máxime teniendo en cuenta que Gadafi se jacta de reconocer la islamización europea y de fomentar las actividades terroristas dentro del Viejo Continente. A pesar de criticar a la organización de Al Qaeda por considerar a sus integrantes como «criminales y enfermos mentales», Gadafi considera que es necesario atacar y «hacer la guerra santa» a «quien destruye mezquitas ante los ojos de Dios».

A su vez, ha defendido que «la Guerra Santa contra Suiza es tan legítima como la lucha de los palestinos contra la ocupación israelí». Sin embargo, la diferencia que parece no entender es que mientras los palestinos defienden su territorio de la invasión sionista, los suizos hacen lo propio ante la invasión islámica.

Se deduce, pues, que el discurso del dictador libio Gadafi carece de cualquier criterio objetivo y se basa en la defensa integrista y fundamentalista de un Islam cuyo objetivo es eliminar a todo aquel infiel que no siga sus doctrinas «únicas y verdaderas».

Mientras tanto, el pueblo suizo ha hablado, y ha dicho que en su país no se quieren minaretes. Acertados o no a los ojos de Gadafi, los europeos han decidido defenderse ante esta amenaza fundamentalista y simplista que propugna el Islam como única y verdadera religión.

Cualquier llamada a la guerra contra Europa por no aceptar sus dogmas debe ser interpretada como merece, esto es, como una amenaza total hacia la integridad de los territorios y pueblos europeos; y por tanto ha de llevarse a cabo una respuesta firme y contundente por parte de Europa que elimine, de una vez por todas, a estos «iluminados» del poder combatiendo así el radicalismo islamista que legitiman estos homúnculos autoconvertidos en portavoces de Alá.